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martes, 27 de octubre de 2015

Mi espacio seguro

El ser humano está lleno de necesidades, de hecho, se rige por ellas. Necesidades básicas como comer, dormir, respirar...y necesidades afectivas que comienzan a darse desde que un niño está en el vientre de su madre. Una de las necesidades más importantes en este sentido, es la necesidad de seguridad.

Necesitamos sentirnos seguros para caminar en este mundo. Desde que un bebé nace, necesita sentir que tendrá a su madre para cuando tenga miedo, para cuando tenga hambre, para cuando quiera ponerse por primera vez en pie y sienta que va a perder el equilibrio. Necesitamos sentirnos seguros para caminar en este mundo. Buscamos la seguridad en lugares, en personas, en situaciones...y lo más importante, una de las principales claves por las que una persona deja de encontrarse bien, es la búsqueda constante de la seguridad dentro de uno mismo.

Un espacio seguro es aquel que una persona elige de forma libre y sin coacción, unas veces de forma consciente y otras de forma inconsciente. Es un espacio real o imaginario en el que la persona añade o elimina cuando quiera y como quiera, aquellos elementos que le den seguridad. De este modo, un espacio seguro puede ser de cualquier manera, puede tener olores, sabores, texturas, colores, animales, personas, materiales...todo, no existe un límite y de existir, es cada persona quien lo decide.

Todos tenemos espacios seguros. Podemos pensar en nuestra casa y darnos cuenta de aquellos lugares en los que pasamos más tiempo porque nos aportan una seguridad más o menos consciente a nivel emocional. De la misma forma, existen espacios dentro de nuestra casa por los que a penas transitamos y es, seguramente debido a la carga emocional que tienen y lo que significan para nosotros. El cuerpo es inteligente y tiende a estar donde realmente quiere estar, por mucho que la cabeza se ocupe de otras cosas.

También tenemos lugares seguros que son personas. La pareja, un amigo, un compañero, un padre... Es aquella figura de referencia para nosotros en algún sentido. Sería difícil definir la seguridad porque para cada persona puede ser algo diferente, lo que sí sabemos de forma más clara es que en nuestro interior, algo se coloca cuando estamos en un lugar seguro, somos capaces de reconocerlo con facilidad. Muchas veces no es necesario que esa persona haga nada, sino que simplemente su presencia saca algo de nosotros convirtiéndose en un lugar en el que nos gusta estar.

Además, podemos tener objetos que consideremos como espacio seguro. Un bebé, por ejemplo, toma como seguro el chupete y más tarde un peluche y sí sucesivamente. Todos estos objetos nos dan la fuerza para sentirnos bien, para no enfrentarnos a la carencia que sentiríamos sin ellos, ya que detrás de la seguridad que nos dan, están nuestros miedos: la soledad, el abandono, la agresión...miedos que dependen de nuestros vínculos y de nuestras vivencias.

De esta forma, es esencial tener espacios seguros. Podemos elegir un lugar y convertirlo en espacio seguro para poder acudir a él cuando sea necesario. Podemos elegir personas con las que nos sentimos seguros y tenemos menos miedo, podemos rodearnos de objetos que nos hagan sentir bien y sobre todo, podemos crear tantos espacios seguros como queramos dentro de nuestra mente. Podemos acudir a ellos siempre que queramos, sean buenos o malos momentos, siempre que no nos olvidemos de respirar, respirar cada vivencia que tengamos dentro de ellos.

Los espacios seguros son algo que no tenemos por qué compartir con los demás, son nuestros y nosotros somos libres de hacer lo que queramos con ellos. Pero sí podemos enseñar a otros a crear el suyo, especialmente a los niños, porque es un espacio donde no hay peligro y donde todo lo que uno siente siempre tiene cabida para sentirnos seguros.

Somos humanos y los humanos necesitamos de los demás para vivir y sobrevivir. Necesitamos seguridad física, psicológica y sobre todo afectiva. El ser humano necesita sentirse seguro para caminar por el mundo.


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