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viernes, 18 de diciembre de 2015

Satisfacer nuestras necesidades

Los seres humanos estamos siempre llenos de necesidades que tratamos de satisfacer, necesidades biológicas como comer, beber, respirar...a necesidades afectivas, necesidades materiales, laborales, etc. Para lograr satisfacerlas, seguimos un ciclo formado por cinco fases. Lo importante no es tanto eso, sino el darnos cuenta de en qué punto cortamos nuestro ciclo, porque todos lo cortamos o tenemos dificultades en alguna fase. 

Se llama también ciclo de autorregulación organísmica, ciclo de conciencia-excitación-contacto, ciclo de satisfacción de necesidades, ciclo de contacto-retirada y ciclo gestáltico.

Se trata de la descripción del proceso que acontece cuando una necesidad organísmica emerge y pugna por su satisfacción. Esta necesidad puede quedar inconclusa puesto que, como decíamos, en algún punto la cortamos. 

A partir de una situación en REPOSO (punto 0), emerge la necesidad en forma de SENSACIÓN (punto 1). La sensación es difusa, no tiene nombre y se manifiesta en forma de señales corporales más o menos concretas. El siguiente paso (paso 2) es el DARSE CUENTA, tomar CONCIENCIA y ponerle nombre a la sensación. Le sigue la ENERGETIZACIÓN (punto 3) que es un estado de excitación corporal que se prepara para la acción. El siguiente paso (paso 4) es la ACCIÓN, la movilización para satisfacer la necesidad. Le sigue el CONTACTO (punto 5) donde la necesidad se resuelve con el entorno. El último paso es la RETIRADA (paso 6) que es la vuelta al estado de reposo hasta que emerja una nueva necesidad.

Existe un paso entre el contacto y la retirada que es la CONSUMACIÓN que es el celebrar el contacto, el disfrute.

De esta forma, si ponemos un ejemplo como es el ciclo del hambre, tendríamos un primer paso partiendo de una fase de reposo, que sería la sensación de hambre, burbujas en el estómago, dolor, ruidos estomacales...a lo que seguiría una conciencia de que esa sensación es hambre, le ponemos nombre. Después pasaríamos a la energetización, un ponerse en marcha, saber que tenemos que ir hacia la cocina, abrir la nevera, cocinar, salir a la calle a por comida, etc. En la acción iríamos hacia donde podemos satisfacer la necesidad de comer. Le sigue el contacto, masticar, saborear la comida y la consumación, disfrutar o no de lo que se está comiendo. Y finalmente la retirada, 

Cuando el proceso se interrumpe o bloquea, se tienen en cuenta los mecanismos de defensa. De tal forma que el mecanismo que no permitiría la emergencia de la sensación es la represión (no sentir las señales del cuerpo). Entre la sensación y la conciencia aparecería la proyección que es una perturbación del darse cuenta (no sé si lo que me pasa es que tengo hambre, tenso ansiedad y me quedo en la incomodidad). Si hay conciencia y no se moviliza la energía, se pone en marcha la introyección )a las doce de la mañana no es hora de comer) como rigidez muscular que no permite la fluidez corporal y emocional. Puede interrumpirse el proceso y no llegar a la acción por la retroflexión en donde la energía se vuelve contra sí de forma fisiológica o psicológica. (no comeré esto ahora porque me voy a poner gordo) Entre la acción y el contacto se sitúa la reflexión (ahora voy...) diluyéndose el contacto en otra dirección.  Entre el contacto y la retirada se pone en marcha la confluencia, quedarse pegado a la experiencia.

La introyección interfiere entre sensación y conciencia ya que los introyectos se oponen a lo organísmico. Entre la conciencia y la energetización aparece la deflexión, un apagar los motores. Entre la energetización  la acción intervienen las proyecciones ya que su función es despersonalizarse de la acción propia y no actuarla sino deositarla en la acción del otro. Entre la acción y el contacto se ubicaría la retroflexión, cuya función es el no contactar con el otro sino volverse contra sí. Entre el contacto y la retirada interfiere la confluencia, que es ese no separarse de la necesidad, quedarse pegado a ella.

El ciclo tiene dos estadios:


-       Una parte preparatoria: sensación-conciencia-energetización
-       Una parte resolutoria: acción-contacto-retirada

Si se toma como una polaridad, estos dos serían sus extremos, hay personas más expresivas, actúan, contactan pero con poca conciencia de sí, de modo que el camino terapéutico debería de ser el del darse cuenta, mientras que otras personas tienen conciencia de sí misma pero les falta poner en práctica sus introspecciones, de tal modo que la el camino terapéutico iría encaminado a la acción-contacto.


viernes, 27 de noviembre de 2015

¿Qué significan los sueños?

¿Sueñas? ¿Qué crees que son los sueños? ¿Qué sueñas?

Existen multitud de teorías acerca del significado de los sueños, casi todas ellas basadas en su interpretación. Interpretar significa darle una significación desde la cabeza, desde el entendimiento, desde la racionalidad. Y la realidad es que los sueños son de todo menos racionales. 

Los sueños se componen esencialmente de partes emocionales de nosotros mismos, unas tienen que ver con aspectos de nuestro día a día y a los que no prestamos atención, otras tienen que ver con negaciones de cosas que nos pasan o de asuntos que no tenemos resueltos, otras con recuerdos...pero el nexo común es que todas residen en el inconsciente y es durante la noche cuando aparecen puesto que en ese tiempo no tenemos en marcha los mecanismos más conscientes para taparlo. 

Si interpretamos un sueño, corremos el riesgo de querer que encaje en un esquema mental y no tanto en nuestra parte más emocional y vivencias que es desde donde podemos integrar lo que nos sucede. 

Entendemos la diferencia entre un sueño y una pesadilla en función del aporte emocional que le demos y esto es totalmente subjetivo ya que lo que para una persona es una pesadilla inmanejable puede no serlo para otra. Cuanto más evitemos el contenido desagradable de nuestras emociones y en general de nuestras vidas, más aparecerá este durante nuestros sueños, a los que llamamos pesadillas.  

Existen, por así decirlo, dos clases de personas, las que afirman que no sueñan y las que sí sueñan pero lo interrumpen. 

No hay nadie que no sueñe, todos lo hacemos y todos, debido a nuestras resistencias, olvidamos en seguida el sueño que hemos tenido antes de elaborarlo, a menos que haya sido lo bastante potente como para recordarlo durante mucho tiempo o incluso para siempre. Cuando ni siquiera recordamos un fragmento de nuestros sueños, nos sucede que vivimos evitando mucho más nuestro mundo interior, especialmente el más desagradable. Es una cuestión de huida, de retirada de lo que nos hace sufrir, de forma que, cuanto más conciencia tengamos de nosotros mismos, cuanto más "nos veamos", más conciencia tendremos también de nuestros sueños. Algo parecido sucede con las personas que afirman que solo tienen pesadillas y es que es el contenido más agobiante y doloroso el que se evita a toda costa y que sale a modo de angustia durante la noche. 

El proceso de interrupción tiene que ver con nuestro ritmo de vida, olvidamos con mayor facilidad las cosas que nos impactan menos o cuando consciente o inconscientemente queremos mirar hacia otro lado y olvidar. 

Los sueños nos aportan una información muy valiosa acerca de nosotros mismos y de nuestro interior, precisamente porque su contenido no puede ser manipulado, es el que es, igual que nuestro interior, es el que es. 

Para entender el significado de un sueño, hay que vivenciarlo para saber qué sentido tiene en nuestra vida y qué nos quiere decir. Esto es lo que propone la Terapia Gestalt. Para trabajarlo, hay que cerrar los ojos y contar en alto el sueño en primera persona y como si estuviera sucediendo en el momento presente, como si la persona lo viera en una película. 

Cada elemento del sueño representa una parte de la persona, hasta los más pequeños detalles lo son . Si pensamos, por ejemplo, que en nuestro sueño había una puerta, podemos parar a sentirnos esa puerta, ver cómo estamos ají, cómo está nuestro cuerpo y observar en qué momento somos y/o hemos sido una puerta en nuestra vida, De este modo y siguiendo este ejemplo, una persona puede decir: "soy una puerta, estoy entreabierta, soy grande y rígida, estoy oxidada..." y podríamos preguntar qué tiene que ver eso con su vida, cuándo es esta persona rígida, entreabierta, oxidada...

Y de esta forma con todos los elementos. Es importante que la persona se ponga en el papel de cada uno de ellos y vea de qué forma se relaciona con su vida, qué le está queriendo decir. Es una forma de experimentar cada papel y reapropiarse de él. En ocasiones son partes de uno mismo y en ocasiones pueden desencadenar situaciones con personas del entorno que no están resueltas, asuntos inconclusos con distintas figuras, padre, madre, pareja, amistades...que salen en nuestros sueños a veces con su misma forma y otras veces en forma de elementos diversos. 

Para poder integrar lo que descubrimos de nuestros sueños, hay que dialogar con esas partes, ver qué sentido tienen para nosotros, para qué están, para qué nos sirven y qué conflictos nos despiertan, podemos aprender a hablar con ellos y unirnos a nuestro esquema emocional, vivencias en lugar de entender. 

Cada persona es dueña de su propio sueño y, como en el resto de cosas, uno puede intentar poner un poco de conciencia sobre sí mismo para redescubrirse y sanarse a sí mismo. Así que, después de esta reflexión, ¿sueñas? ¿qué crees que son los sueños? ¿qué sueñas?

jueves, 19 de noviembre de 2015

¿Cómo son y para qué nos sirven los mecanismos de defensa?

Todos los seres humanos estamos en contante defensa de aquello que nos hace daño, tanto internamente como externamente. Los mecanismos de defensa no solo son elementos físicos que nos permiten poner límite a lo que nos viene de fuera que podría ser dañino para protegernos de ello, sino que son mecanismos internos, aprendidos a lo largo de nuestra historia que nos sirven para no contactar con aquello que nos duele y nos resulta desagradable y, en otras ocasiones, para no despegarnos del contacto por miedo a retirarnos del entorno y las relaciones. 

Los llamados “mecanismos de defensa” permiten al ser humano permanecer inconsciente, permanecer ciego, precisamente por ese miedo al contacto con el exterior y con el interior. Al final, nos defendemos siguiendo una polaridad, la del contacto vs retirada. Existen cuatro mecanismos de defensa según la Terapia Gestalt y, aunque todas las personas nos movemos en todos ellos, tendemos a poner en marcha uno u otro de forma más frecuente en función de nuestras necesidades, miedos, aprendizajes...  Estos son:

-       Introyección: Consiste en integrar sin filtro alguno lo que recibimos del entorno. Más que integrarlo, lo tragamos. Pueden ser mandatos familiares o normas que explican la cultura familiar o cualquier otro tipo de valores personales con los que nos construimos una identidad ajena. Por ejemplo, un introyecto podría ser el de "tienes que ser trabajador", es algo que en algún momento se nos dijo y nosotros lo hemos hecho parte de nuestra identidad, sin siquiera cuestionarlo.  Para poder cambiar este mecanismo, además de observar su funcionamiento y para qué sirve, hay que pasar por un proceso de asimilación, un cuestionamiento de los mensajes y aceptación de aquellos con los que queremos vivir para que no sean un obstáculo a la hora de contactar con el entorno que nos rodea. 

-       Proyección: Se trata de colocar en los demás lo que no aceptamos de nosotros mismos. Es la tendencia a hacer responsable al mundo de lo que es propio. Se proyectan sentimientos, acciones y pensamientos de los que uno no se hace cargo. La proyección y la introyección, como caras opuestas de la misma moneda, establecen una relación compensatoria. Tendemos a proyectar el opuesto al introyecto para mantener así una supuesta identidad. Si tomamos el ejemplo del introyecto de "tienes que ser trabajador", seguramente detestarás la vaguearía, la dejadez en las demás personas, habrá una crítica hacia esa característica porque eso ayuda a alejarse de esa etiqueta que cambiaría por completo la identidad que ya está supuestamente forjada además de la visión que los demás puedan tener.  En este mecanismo, la clave es darse cuenta de que ponemos en lo de fuera cosas que son nuestras, plantearse si lo que enfada es algo del otro o es algo propio y por tanto "reapropiarse" de aquello que se está sacando fuera. 

-   Confluencia: Consiste en la fusión entre lo interno y lo externo, es quedarse pegado, confundir unión con identidad y haciendo suyas las ideas, valores y sentimientos de los otros o de un grupo. De esta forma se evitan los risgos de la diferenciación y es esta la clave para solventarlo, el poder diferenciarse de forma autónoma de los demás. Un buen ejemplo de esto son aquellas personas que pertenecen a una secta o a grupos radicales donde existe un pensamiento igual para todos y no pensamientos individualizados. 

-       Retroflexión: Consiste en marcar de forma excesiva el límite entre lo interior y lo exterior, entre uno y los otros.  De esta forma, en vez de establecer contacto, hay una vuelta hacia uno mismo y/o contra uno mismo, haciéndose a sí lo que le gustaría hacer a los demás. Se retroflectan los sentimientos negativos y las somatizaciones que son daños que nos autoafligimos para no responder al entorno. Las retroflexiones más importantes son: el odio dirigido a uno mismo, el narcisismo y el autocontrol. La retorflexión sirve para no contactar con sentimientos negativos dirigidos hacia fuera, como por ejemplo, enfadarse con una persona que te ha empujado en la calle, en este sentido, es más sencillo enfadarse con uno mismo por estar en un lugar poco apropiado.  Por lo tanto es importante comenzar a sacar fuera las emociones en vez de llevarlas hacia sí. 

-     Deflexión: Es una maniobra que tiende a soslayar el contacto directo con otra persona o situación, un medio de enfriar el contacto real. Son conductas deflexivas la verborrea, el tomar a risa lo que se dice, irse por las ramas, hablar en abstracto, ser diplomático en vez de abstracto, etc. El aburrimiento, la apatía y la desenergetización son deflexiones que desvitalizan la relación. La frase estrella de la deflexión es la de "dejar para mañana lo que haya que hacer o decir". El objetivo es, nuevamente, el no conectar con sentimientos negativos, no profundizar en las relaciones ni en los compromisos, se puede llegar a la superficialidad cuando se reflecta demasiado. 
  
Otros mecanismos neuróticos son:

-       Proflexión: Se trata de una combinación entre proyección y retroflexión, hacerle al otro lo que me gustaría que me hicieran a mi. Es una forma de manipulación seductora. Por ejemplo, una persona que halaga una característica del otro con el fin de que este se gime en él, tratar de generar sentimientos positivos en una persona para evitar conflictos o evitar generar una visión negativa en los demás, algo que genera mucho miedo. 
-       Egotismo: Cuando comenzamos a tener conciencia de nosotros mismos, podemos caer en el mirarnos en exceso a nosotros mismos, nuestras necesidades, deseos, miedos... El problema es que cuando nos quedamos aquí, dejamos de tener en cuenta al otro y podemos caer en el egoísmo. 


Ningún mecanismo de defensa es bueno o malo. Todos están y todos somos cada uno de ellos en menor o mayor medida. Son formas de actuar, pensar, sentir que nos ayudan a contactar o a retirarnos del contacto cuando algo nos duele mucho o nos genera sentimientos desagradables. Cuando empezamos a vernos a nosotros mismos, somos conscientes de estos mecanismos que desplegamos y que al final conforman una capa a la que llamamos identidad cuando la realidad es que debajo hay muchas más cosas, debajo somos mucho más. Cuando lo descubrimos por medio de la conciencia, somos más reales, mas auténticos y podemos descubrir la bella naturaleza de contactar con todos nuestros sentimientos y con lo que nos rodea, porque nuestro principal protector, somos nosotros mismos. 


lunes, 16 de noviembre de 2015

Autocuidarse

Se entiende por "autocuidado", como la propia palabra indica, todos aquellos "cuidados" y atenciones que una persona tiene hacia sí misma, por ella, de ella y para ella. Pero no lo tomemos solo desde una perspectiva de cuidados físicos, porque cuidarse lleva mucho más consigo.

El autocuidado engloba varias áreas. No hay ninguna que sea más importa
nte que las demás y tenemos que tratar de prestar atención a todas. Abraham Maslow formula una teoría acerca de las necesidades humanas básicas creando así una pirámide en la que, sin satisfacer las primeras, no puede hacerse con las siguientes. Podemos hablar del autocuidado teniendo en cuenta los escalones de esta pirámide.

Estas son:

Necesidades fisiológicas, que tienen que ver con la respiración, alimentación, el descanso, la homeostasis, etc. Cuidarse no es solo respirar, es hacerlo con conciencia observando lo que aparece en nosotros cuando lo hacemos, para observar cómo se encuentra nuestro cuerpo, cuidarse no es solo comer, es escuchar qué necesidades tienen nuestros órganos para sentirse mejor, no a todo el mundo le sienta igual toda clase de alimentos y es positivo para el cuerpo equilibrar sus energía y llenarse de aquello que es bueno para él y que necesita.

Necesidades de seguridad, que corresponden con las de sentir que tenemos un hogar, una seguridad física y capacidad de defendernos, un empleo, seguridad moral y familiar, etc. El ser humano necesita sentirse protegido desde que nace, necesita sentirse seguro con aquello que tiene a su alrededor, es una parte importante de la autoestima, la otra parte tiene que ver con la seguridad en sí mismo y sus capacidades. Necesitamos saber que tenemos unas necesidades cubiertas que nos ayudarán a vivir más tranquilamente, sentir que pertenecemos a un grupo familiar del que recibir apoyo en mayor o menos medida, necesitamos sentir que tenemos principios sobre lo que está bien y lo que está mal, tal y como hemos aprendido de nuestros padres. La tranquilidad en este peldaño viene de la observación de lo que hay alrededor, la valoración de nuestros recursos y capacidades y la aceptación e integración de nuestra familia como parte de nuestra vida.

Necesidades de afiliación, que tienen que ver con la amistad, el afecto y la intimidad. Es decir, nuestra necesidades relacionales, sentir que nos quieren, que somos importantes y formamos parte de la vida de otras personas. En este escalón podemos cuidarnos a nosotros mismos en los vínculos que realizamos. Las amistades, lo que pedimos y lo que damos en ellas, la pareja y el lugar en el que nos colocamos, la intimidad entendida en su sentido más amplio. Cuidarse en este peldaño es respetarse a uno mismo, observar cómo estamos con cada persona, responsabilizándonos de nuestras cosas y dejando a los demás lo que les corresponde y sobre todo no obligarnos a dar nada para lo que no estemos preparados, incluso contacto físico.

Necesidades de reconocimiento, aquellas en la que vemos reflejado nuestro paso por la vida, lo que hemos logrado, lo que hemos dejado como huella. Necesitamos sentirnos valorados, que lo que vamos haciendo tenga un sentido, sentirnos exitosos. Ese sentimiento viene cuando somos capaces de cuidar la forma en la que nos hablamos a nosotros mismos, cuando cuidamos el poner la atención en el presente, lo que tenemos, lo que hemos conseguido y no en lo ausente y en la carencia. Esto nos ayuda también a ser un poco más justos con nosotros mismos y con los demás para no exigir una aprobación y reconocimiento que nosotros no nos damos.

Necesidades de autorrealización,  que tienen que ver con los valores, la moralidad, la espiritualidad, creatividad, espontaneidad, etc. Cuando hemos integrado nuestras vivencias, lo que nos viene dado de nuestra familia, nos acercamos a la autonomía. Cuidarse es ser autónomo, elegir por uno mismo el camino de vida que quiere tomar. La espiritualidad es mirar hacia arriba, ver el sentido de la vida, valorar nuestra esencia como seres humanos con todos los derechos que ello supone. Cuidarnos en este peldaño significa escuchar a nuestro cuerpo y observar su creatividad, lo que pide hacer para expresarse y respetarlo. Cuando lo hacemos así, somos libres y cuando somos libres, cabe la espontaneidad en nosotros y en lo que nos rodea.
 
Hay muchas razones por las que no nos cuidamos como realmente merecemos por ser seres humanos. A veces es porque ni siquiera nos hemos parado a poner conciencia en todo lo que implica cuidarse, nos quedamos solo en algunos peldaños o quizás solo en uno. Nos olvidamos de que nuestro cuidado emocional y nuestro respeto propio son igual de importantes que nuestra alimentación. Otras veces sucede que le restamos importancia y eso nos sirve para desviar la atención del cuidado. Podemos haber aprendido a asociar distintas cosas al cuidado de algunas partes de nosotros mismos, porque nos han enseñado, o por nuestras experiencias pasadas y por tanto es mejor apartar la vista de ellas y dejar de cuidarlas. En otras ocasiones centramos el cuidado en otras personas para no tener que poner atención en nosotros mismos, quizás porque sintamos que no tenemos derecho o porque hayamos aprendido que los demás son más importantes que nosotros mismos. Otras veces podemos sentir rechazo, vergüenza, culpa, miedo y otras emociones desagradables asociadas a cuidarnos y por tanto aprendemos a no hacerlo. Todas las personas tenemos un punto débil a la hora de cuidarnos, es importante observarnos para darnos cuenta de cómo estamos y de qué necesitamos para saber si nos cuidamos como merecemos.


De manera que, el primer paso para cuidarnos mejor a nosotros mismos es conocer hasta dónde llega el autocuidado. Poner conciencia en nosotros mismos y eso solo se consigue mediante la observación de nuestras sensaciones, emociones, nuestro cuerpo y nuestra mente. Cuidarnos es observarnos y aceptarnos con todas nuestras necesidades, deseos, miedos, inquietudes…la integración viene de la aceptación porque para poder cuidar bien a los demás, hemos de poder cuidarnos bien a nosotros.

miércoles, 11 de noviembre de 2015

¿Cómo y para qué seducimos?

Cuando pensamos en la palabra seducir, muchas veces la asociamos con todo lo que tiene que ver con la sensualidad y la sexualidad, pero la realidad es que la palabra "seducción" tiene un significado mucho más amplio. Seducir es poner en marcha todos los recursos, más o menos conscientes y más o menos automáticos, en distintas situaciones, con el fin de satisfacer una necesidad o un deseo. Seduciendo conseguimos lo que queremos. 

Seducir no es algo ni bueno ni malo, todos los hacemos constantemente en nuestras relaciones independientemente del tipo que sean. Observar cómo lo hacemos y para qué lo hacemos nos ayuda a ser un poco más conscientes de nosotros mismos, y esa es la clave fundamental del cambio, la consciencia. 

Podemos probar a hacer un ejercicio sencillo y práctico. Podemos pedir a alguien que nos grabe con una cámara hablando sobre nosotros o podemos observar a alguien conocido con atención y preguntarnos qué nos seduce de esa persona, qué nos atrae de ella e incluso podemos preguntar a  ortas personas qué les atrae de nosotros mismos. No todos somos vulnerables al mismo tipo de seducción ni todos seducimos de la misma manera, pero observar esto en nosotros también nos ayuda a conocernos. 

Son muchas las maneras con las que seducimos y atraemos a los demás. No solo lo hacemos con lo que decimos, el lenguaje que utilizamos, el contenido, lo mucho o poco que profundizamos en nosotros mismos y en el mundo, sino con nuestro tono de voz, nuestras pausas, la tranquilidad o nerviosismo con los que hablamos, nuestros gestos, nuestra forma de mirar o de evitar mirar, nuestra sonrisa, lo que hacemos con el cuerpo, nuestra postura, más abierta o más cerrada, la delicadeza o firmeza con la que nos movemos, todo. Podemos atraer a los demás por nuestra vulnerabilidad o nuestra seguridad, por ser concretos o ser abstractos. Todo depende de a quién estemos seduciendo y para qué. 

También son muchas las razones que perseguimos al seducir. Lo hacemos para conseguir distintas cosas, unas veces es afecto, otras atención, otras generar interés, otras sentirnos poderosos, otras cuidar o que nos cuiden... De forma más o menos consciente todos sabemos para qué hacemos las cosas como las hacemos. 

Del mismo modo que seducir no es ni bueno ni malo, la forma en la que lo hacemos tampoco lo es. Aprendemos a conseguir lo que necesitamos por varios motivos: por nuestros modelos familiares, a veces, sin querer o queriendo, imitamos la forma de actuar de nuestros congéneres porque vemos el resultado que se produce. Por nuestros introyectos, mensajes que recibimos desde que somos pequeños por parte de nuestros padres y que, con el tiempo, hacemos nuestros y conforman nuestras "normas" de cómo se deben o no hacer las cosas, de tal modo que, una persona puede seducir dando un rodeo para conseguir algo, porque haya interiorizado que decir las cosas directamente es de mala educación o de ser egoístas. Por nuestras vivencias y logros de nuestras necesidades, cuando hemos conseguido algo, repetimos aquello que nos ha funcionado para volverlo a lograr. Y sí, en ocasiones la finalidad puede ser conseguir algo aunque sea a costa de dañar a otra persona y sin embargo habría que observar qué hay detrás de esa necesidad de dañar, porque no somos malos por naturaleza. 

También podemos observar ante qué tipo de seducción somos más vulnerables y esto va de la mano también de nuestros miedos, nuestras inseguridades y nuestros deseos y admiraciones. De este modo, podemos sentirnos atraídos por la vulnerabilidad, porque eso nos permite sentirnos más seguros y poder cuidar a quien percibimos como débil. Finalmente somos  seres estables y repetimos una y otra vez nuestros patrones cuando han obtenido el fin deseado, aunque pueda no ser el objetivo inicial. 

Ser conscientes del modo en que seducimos y sobre todo para qué lo hacemos nos ayuda a conocernos más en profundidad, mirarnos con más cariño y compasión y, entendiendo nuestros miedos más nucleares, podemos buscar aquellas personas con las que nos sentimos seguros, para tratar de buscar lo que queremos de una forma más completa. 

La otra cara de la moneda es aquello que no mostramos en nuestra seducción, nuestra cara más vulnerable y no lo hacemos por miedos, vergüenza o cualquier otra razón, el problema es que perdemos por el camino otra parte igualmente importante de nosotros. Cuando somos conscientes de esto, podemos tratar de seducir integrando también esa parte y sintiendo así tanto amor por ella como por las otras. 

miércoles, 4 de noviembre de 2015

Contacto físico, contacto humano

"El contacto solo puede ser bueno y creativo cuando existe el apoyo necesario para permitirlo (...) y el contacto es el reconocimiento de que lo que tiene el otro es único" (Laura Perls)

El contacto físico es mucho más que dar abrazos y tocarse. El contacto físico lleva consigo una gran responsabilidad. Implica responsabilizarse de las propias emociones y sensaciones y ser conscientes de si podemos, en un momento dado, hacernos cargo de las de otra persona para cuidarla (que no para quitarle su responsabilidad).

La manera en la que contactamos con los demás y con nosotros mismos va muy de la mano de muchos factores: en primer lugar, de lo que nuestras figuras de referencia hayan contactado con nosotros y de lo que nos hayan dicho que es contactar o cómo debíamos hacerlo, de la huella que queda en nuestro cuerpo de las veces en que hemos contactado con otros y de cómo los otros lo han hecho con nosotros, de nuestros miedos, nuestras vergüenzas y ante todo de nuestras necesidades, especialmente cuando nos permitimos expresarlas y satisfacerlas.

Podemos contactar por muchas razones, unas veces puede ser para buscar afecto y cariño en los demás, sentir nuestro cuerpo y el de otra persona, caricias, abrazos, cercanía... Otras para demostrar cosas, como interés, cercanía, amabilidad, dulzura...a veces necesitamos que los demás vean algo en nosotros y de esta manera podamos mantener esa visión que los demás tienen. Otras para demostrar poder, demostrar seguridad  y fuerza y otras para cubrir una necesidad de dejar de sentirnos solos.


Cuando hablamos de responsabilizarnos de nuestras emociones y sensaciones, hablamos de contactar y de recibir contacto, que en ocasiones, no funciona de la misma forma. La Gestalt habla del Ciclo de Satisfacción de Necesidades en el que podemos identificar en qué momento dejamos de satisfacer algo que estamos necesitando en cualquiera de los niveles. Cuando tenemos claro para qué queremos contacto con otra persona, podemos observar cómo nos dice esto nuestro cuerpo, qué sensaciones tenemos cuando somos conscientes de nuestra necesidad. Después podemos poner en marcha alguna de las formas que tenemos normalmente de conseguir lo que necesitamos (unas veces podemos exigir el abrazo, otras podemos comportarnos como víctimas para que otra persona se acerque y poder contactar, otras utilizamos la sutilidad...) o podemos observar si somos capaces de pedirlo y qué resistencias surgen cuando vamos a hacerlo porque en ocasiones exigimos porque tenemos miedo de que nos rechacen si lo pedimos o somos capaces de quedarnos sin satisfacer nuestra necesidad porque sentimos vergüenza. No podemos controlar las acciones de otras personas ni debemos hacernos cargo de sus experiencias, pero sí de las nuestras para elegir si pedimos desde otro lugar o repetimos nuestro patrón.

Por otra parte está el recibir. Para que un contacto con otra persona sea real, tenemos que estar preparados para recibir y no siempre lo estamos o no siempre somos conscientes de si lo estamos o no. Hay personas a las que no les cuesta dar porque sienten la necesidad de cuidar a los demás y sin embargo tienen dificultades para recibir porque no saben ser cuidados. A veces nos obligamos a recibir cuando quizás no estamos preparados o no es eso lo que necesitamos y por es razón es útil preguntar a nuestro cuerpo cómo se siente y qué necesita, para poder decidir desde ahí qué quiere hacer.

Algunas personas utilizan el contacto físico para defenderse. Quizás no hayan asociado nunca el cariño y afecto con un abrazo o una caricia o cuando lo han hecho, han sido dañados. Es posible que sientan que son vulnerables si les tocan y son ellos quienes deciden cuando tocar a los demás y de qué manera. Es una forma de cuidarse de aquello que asusta. Cuando uno es consciente de sus emociones ante esto, puede observarlas y decidir si quiere contacto aun estando con ellas. No es necesario quitarse el miedo o la vergüenza para luego ser capaces de abrazar a otra persona, primero hay que ser conscientes de que se necesita abrazar o ser abrazados y después ver si se puede abrazar aun con el miedo y la vergüenza.

La clave del contacto es el respeto y el afecto, tanto hacia la otra persona como hacia uno mismo. No podemos obligar a nadie y menos a nosotros mismos a hacer algo que no queremos o algo para lo que no estamos preparados. Quizás somos más conscientes de otra clase de necesidades como comer o beber y menos de la necesidad de contacto, porque, por las miedo o vergüenza que tengamos, la realidad es que somos seres humanos, y los seres humanos tenemos derecho al cariño.

lunes, 2 de noviembre de 2015

Escuchar

Muchas personas se definen a sí mismas como "alguien que sabe escuchar". Y es que "escuchar" es una palabra cuyo sentido es demasiado amplio como para utilizarlo a la ligera.

La Terapia Gestalt propone tres tipos de escucha. Todos sabemos escuchar de estas tres formas, aunque tendemos a posicionarnos más en una o en otra en función del contexto, de cómo estamos en ese momento, de la persona, del contenido que se nos ofrece y de nuestras vivencias y aprendizajes familiares y sociales.

Así pues, hablamos de Escucha Externa, Intermedia e Interna.

La Escucha Externa es aquella centrada en lo obvio, lo que tenemos delante, el mensaje tal y como se nos dice, el contenido de las palabras y el lenguaje no verbal que las acompaña.

La Escucha Intermedia es aquella en la que metemos nuestros pensamientos, juicios, opiniones, etc. En ella se encuentran nuestras experiencias previas y todo aquello que nos han enseñado desde que éramos niños acerca de cómo es el mundo, lo que está bien y lo que está mal, etc.

La Escucha Interna es aquella que tiene que ver con nuestras sensaciones, sentimientos y emociones. Sucede cuando tenemos en cuenta a la totalidad de nosotros, nuestro cuerpo, nuestras emociones... Cuando recibimos un mensaje, observamos cómo reacciona nuestro cuerpo y cómo nos deja.

Cuando estamos en Escucha Externa, atendemos a lo que los otros nos transmiten con sus mensajes y somos capaces de recordarlos puesto que son obvios, literales. Esto también nos sucede ante otras situaciones, podemos ser capaces de captar sonidos, olores y texturas cuando caminamos, por ejemplo, por la calle, puesto que nuestra atención está puesta en lo que hay, lo que es y no hay nada que nosotros pongamos en ello.

El problema de estar continuamente en Escucha Externa es que no profundizamos ya que no nos "mezclamos" ni contactamos con aquello que tenemos delante, no prestamos atención a cómo nos hace sentir un mensaje o una situación, cómo reacciona nuestro cuerpo y qué se mueve dentro de nosotros. A veces las demás personas esperan de nosotros una reacción, una opinión y si solo escuchamos de manera externa, podemos perdernos también eso. Una de las ventajas de estar en esta escucha, es que nos permite observar con atención el mundo que nos rodea y nos permite escuchar sin interpretar lo que sucede. En muchas ocasiones nos ayuda a estar presentes en el momento y en el lugar.

Cuando estamos en Escucha Intermedia, (que suele suceder con bastante frecuencia), sacamos a la luz todas nuestras defensas, las cuales hemos aprendido desde que somos niños por parte de nuestras figuras de referencia y nuestras vivencias personales. Cuando estamos en este tipo de escucha, podemos caer en la interpretación de lo que nos dicen y de lo que tenemos delante, podemos poner juicio, podemos poner nuestra opinión a favor o en contra de lo que se nos dice, podemos distorsionar el mensaje enmascarándolo con nuestros miedos, expectativas y juicios, podemos, por ejemplo, vivir una petición como una exigencia o una devolución o confrontación como un ataque agresivo. Metemos ruido a todo lo que nos llega, ruido que viene de nuestra cabeza y no tanto de nuestro cuerpo. muchas veces nos perdemos a nosotros mismos al dejar de lado nuestras emociones y sentimientos, tomando como verdaderos nuestros pensamientos en vez de escuchar a nuestro cuerpo, sensaciones y emociones. Además, llegamos a teñir los mensajes que nos vienen de fuera con nuestros pensamientos en vez de escuchar lo que se nos dice tal y como se nos dice para después poder preguntar, aclarar, etc. Dotamos a los mensajes de una interpretación que es nuestra y no de quien nos los da.

Cuando estamos en Escucha Interna, prestamos atención a todo aquello que se nos mueve a nivel corporal, cómo reaccionamos ante lo externo y cómo nos sentimos. Cuando estamos en este tipo de escucha, nos cuidamos de la forma más profunda y cuidamos a los demás desde el lugar en el que nos sentimos, sin juzgar ni exigir. Podemos ser capaces de identificar lo que se nos mueve y pedir lo que necesitamos desde ahí, poner un límite o decidir cuidar. Cuando estamos en este tipo de escucha, estamos "hacia dentro", con nosotros mismos y podemos estar en contacto con nuestras emociones, sean dolorosas o no, pasar por ellas y observarlas sin meter dentro nada más, ni pensamientos, ni juicios ni opiniones. Cuando miramos hacia dentro, hablamos desde ahí a los demás en vez de exigirles algo que no les pertenece. De esta forma nos tenemos en cuenta y podemos cuidarnos. Cuando estamos demasiado hacia dentro o solo estamos de este modo, podemos llegar a no escuchar a nuestro alrededor, no darnos cuenta de lo que sucede y de los demás ya que estamos demasiado en nosotros y puede parecer que no escuchamos o no atendemos ni nos interesa, ya que estamos en nuestra necesidad.

No hay una forma de escuchar que sea perfecta, ni debe de haberla. Lo primero que tenemos que hacer es observarnos, ser conscientes de en qué escucha estamos en las distintas situaciones y momentos sin perder el presente. De esta forma, podemos ver sobre qué escucha trabajar más para poder beneficiarnos de aquellas cosas buenas que cada una nos ofrece y de esta manera ser más completos y estar más integrados.

Y bien, ahora, tras toda esta reflexión... ¿sabemos escuchar?



martes, 27 de octubre de 2015

Mi espacio seguro

El ser humano está lleno de necesidades, de hecho, se rige por ellas. Necesidades básicas como comer, dormir, respirar...y necesidades afectivas que comienzan a darse desde que un niño está en el vientre de su madre. Una de las necesidades más importantes en este sentido, es la necesidad de seguridad.

Necesitamos sentirnos seguros para caminar en este mundo. Desde que un bebé nace, necesita sentir que tendrá a su madre para cuando tenga miedo, para cuando tenga hambre, para cuando quiera ponerse por primera vez en pie y sienta que va a perder el equilibrio. Necesitamos sentirnos seguros para caminar en este mundo. Buscamos la seguridad en lugares, en personas, en situaciones...y lo más importante, una de las principales claves por las que una persona deja de encontrarse bien, es la búsqueda constante de la seguridad dentro de uno mismo.

Un espacio seguro es aquel que una persona elige de forma libre y sin coacción, unas veces de forma consciente y otras de forma inconsciente. Es un espacio real o imaginario en el que la persona añade o elimina cuando quiera y como quiera, aquellos elementos que le den seguridad. De este modo, un espacio seguro puede ser de cualquier manera, puede tener olores, sabores, texturas, colores, animales, personas, materiales...todo, no existe un límite y de existir, es cada persona quien lo decide.

Todos tenemos espacios seguros. Podemos pensar en nuestra casa y darnos cuenta de aquellos lugares en los que pasamos más tiempo porque nos aportan una seguridad más o menos consciente a nivel emocional. De la misma forma, existen espacios dentro de nuestra casa por los que a penas transitamos y es, seguramente debido a la carga emocional que tienen y lo que significan para nosotros. El cuerpo es inteligente y tiende a estar donde realmente quiere estar, por mucho que la cabeza se ocupe de otras cosas.

También tenemos lugares seguros que son personas. La pareja, un amigo, un compañero, un padre... Es aquella figura de referencia para nosotros en algún sentido. Sería difícil definir la seguridad porque para cada persona puede ser algo diferente, lo que sí sabemos de forma más clara es que en nuestro interior, algo se coloca cuando estamos en un lugar seguro, somos capaces de reconocerlo con facilidad. Muchas veces no es necesario que esa persona haga nada, sino que simplemente su presencia saca algo de nosotros convirtiéndose en un lugar en el que nos gusta estar.

Además, podemos tener objetos que consideremos como espacio seguro. Un bebé, por ejemplo, toma como seguro el chupete y más tarde un peluche y sí sucesivamente. Todos estos objetos nos dan la fuerza para sentirnos bien, para no enfrentarnos a la carencia que sentiríamos sin ellos, ya que detrás de la seguridad que nos dan, están nuestros miedos: la soledad, el abandono, la agresión...miedos que dependen de nuestros vínculos y de nuestras vivencias.

De esta forma, es esencial tener espacios seguros. Podemos elegir un lugar y convertirlo en espacio seguro para poder acudir a él cuando sea necesario. Podemos elegir personas con las que nos sentimos seguros y tenemos menos miedo, podemos rodearnos de objetos que nos hagan sentir bien y sobre todo, podemos crear tantos espacios seguros como queramos dentro de nuestra mente. Podemos acudir a ellos siempre que queramos, sean buenos o malos momentos, siempre que no nos olvidemos de respirar, respirar cada vivencia que tengamos dentro de ellos.

Los espacios seguros son algo que no tenemos por qué compartir con los demás, son nuestros y nosotros somos libres de hacer lo que queramos con ellos. Pero sí podemos enseñar a otros a crear el suyo, especialmente a los niños, porque es un espacio donde no hay peligro y donde todo lo que uno siente siempre tiene cabida para sentirnos seguros.

Somos humanos y los humanos necesitamos de los demás para vivir y sobrevivir. Necesitamos seguridad física, psicológica y sobre todo afectiva. El ser humano necesita sentirse seguro para caminar por el mundo.


jueves, 22 de octubre de 2015

Ese perro de arriba...

Ser súper héroe, eso que a todo el mundo le gustaría ser, tener el poder de multiplicarse y llegar a todo y además mostrar buena cara cuando se nos pregunta cómo estamos. Eso que nos hace ser más que humanos.

Ser súper héroes nos ayuda a tener una etiqueta ante los demás, somos "aquel o aquella que llega a todo, que lo consigue todo". Podría sonar admirable, ¿verdad?. Y podría sonar a exigente también.

En Terapia Gestalt se conoce como "perro de arriba" a aquella parte de nosotros que nos dice cómo deben de ser las cosas, cómo debemos de hacerlas, hasta dónde tenemos que llegar porque no puede ser de otra manera. "Tener que", "deber de"... esto suena más, ¿verdad?. Todos tenemos un perro de arriba, lo que sucede es que unas veces éste ladra más alto y otras menos, pero si no lo tuviéramos, seguramente no haríamos nada y nuestra vida estaría vacía de responsabilidades con los demás, con nosotros mismos y con el mundo.

Los "súper héroes" no es que disfruten siéndolo, es solo que tienen un perro de arriba muy grande. La sensación aparente de felicidad que da el llegar a todo viene de que poder hacerlo hace que disminuya la ansiedad y la angustia de no hacerlo. Hacer muchas cosas a la vez en poco tiempo, no nos hace felices, nos deja tranquilos. Para eso lo hacemos, para no sentirnos culpables por no haber hecho nuestro deber y para mantener la visión que los demás tienen de nosotros y que esa etiqueta de "persona que llega a todo" permanezca. Se ha convertido en nuestra identidad.

Ahora bien, ¿de dónde viene el perro de arriba?. Pues es sencillo y complejo. Desde que nacemos, nuestros padres son el primer y mayor ejemplo de cómo se hacen las cosas, ellos son quienes primero nos enseñan aunque solo sea mostrando su forma de actuar y de pensar. Además, desde que somos pequeños, recibimos mensajes de nuestros familiares, principalmente de las figuras que nos cuidan, que nos enseñan a diferenciar lo que está bien y lo que está mal, de manera que crean unas normas de cómo han de ser las cosas. Estos mensajes los oímos primero y después los hacemos nuestros, los interiorizamos, con lo cual, no es raro pararse a pensar en qué persona de nuestra infancia nos ha dicho alguna vez "tienes que hacer ésto de ésta forma" y que hayamos aprendido que no hay otra manera de ser o de actuar.

Cuando tenemos un perro de arriba tan grande, caemos en el perfeccionismo. Ya no nos vale poder llegar a todo, sino que además tiene que ser perfecto. El problema es definir cuándo una cosa es perfecta. Aprendemos entonces a vivir en la ausencia en vez de en la presencia. Pensamos más en lo que no hacemos que en lo que hacemos y seguramente compararnos tanto con los logros de los demás genera en nosotros mucha frustración y enfado.

Y aquí viene la clave. El enfado. Escuchar al perro de arriba no es malo, olvidarnos de que somos más que eso, nos hace tener en cuenta solo una parte de nosotros. El perfeccionismo es uno de los extremos de una polaridad. Tenemos miedo a ser caóticos y por eso somos perfeccionistas. Y tenemos miedo al caos porque nos han enseñado que eso es malo y que los demás perderán la visión que tienen de nosotros si somos de otra manera. Pero...un secreto: igual que todos tenemos un perro de arriba, todos tenemos un perro de abajo, que es esa otra parte por la que nos dejamos guiar para disfrutar, para ser caóticos a veces si solo nos dejamos guiar por ella. Y ese perro de abajo también somos nosotros y es la parte que nos perdemos cuando dejamos que el perfeccionismo sea únicamente nuestro lema de vida.

Acumulamos mucho enfado contra nosotros mismos y contra los demás. Contra nosotros porque nunca es suficiente lo que hacemos, por más esfuerzo que pongamos. Y contra los demás porque de alguna manera refuerzan nuestra etiqueta y se olvidan de que somos más que eso y esperan continuamente algo de nosotros, se asustan si eso cambia.

Pero no veamos esto como algo malo, no. Veámoslo con cariño porque esa parte de nosotros hace un esfuerzo muy gane por mantener el equilibrio, porque esa parte tiene mucho miedo de perder el cariño de los demás si se deja llevar. Animémosla a perder el miedo, a aprender a querer al caos y a confiar en él. Esto podemos hacerlo desde la consciencia. Cuando somos conscientes de lo que hacemos y de para qué nos sirve, podemos tener compasión hacia nosotros mismos y podemos después elegir hacerlo de otra forma. Miremos a nuestro perro de arriba y hagámonos amigo de él en vez de entrar en pelea. Cuanto más cariño le demos, menos ladrará.